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El film empieza con un grupo de policías llegando a un vecindario burgués de San Diego, donde un sospechoso ha levantado barricadas dentro de una casa y parece tener rehenes dentro. Dos amigos que habían sido telefoneados por la mañana llegan, pero tarde. Cuando ellos y los vecinos tratan de enfrentarse a lo sucedido, explicaran sus historias al detective al cargo de la investigación que nos llevarán a conocer la historia de Brad Macallam.
"El colapso del universo estelar ocurrirá —como la creación— en un grandioso esplendor." Blaise PascalLas palabras atribuidas a Blaise Pascal que aparecen como prefacio en mi película Lessons of Darkness son en realidad mías. Pascal mismo no pudo haberlas dicho mejor.
Esta falsificación y aún, como demostraré, la cita no-falsificada debe de servir de indicio de lo que estoy tratando de lidiar con este discurso. De todas formas,conocer una falsedad como falsedad contribuye únicamente al triunfo de los contadores.
¿Por qué estoy haciendo esto, pueden preguntarse? La razón es simple y no proviene de lo teórico, sino más de consideraciones prácticas. Con esta cita como prefijo elevo [erheben] al espectador, antes de que mire el primer frame (imagen), a un nivel alto, desde el cual entra a la película. Y yo, el autor de la película, no lo dejo descender desde esa altura hasta que haya terminado.
Únicamente en ese estado de subliminalidad [Erhabenheit] hace que algo más profundo se haga posible, una clase de verdad que es el enemigo en si mismo.La verdad Extática, la llamo.Después de la primera guerra en Irak, mientras los campos de petroleo ardieron en Kuwait, los medios— y aquí, quiere decir la televisión en particular— no estaban en posición de mostrar lo que era, más allá de ser una guerra criminal, un evento de dimensiones cósmicas, un crimen contra la creación misma. No hay un solo frame en Lessons of Darkness en el que se pueda reconocer nuestro planeta, por esta razón la película es etiquetada como "ciencia ficción", como si hubiera sido posible filmarla en una galaxia distante,hostil a la vida. En la premier de la película en el Festival de Berlín, la película se enfrentó con una ola de odio. De los gritos de furia del público sólo podía escuchar "estetización del horror". Y cuando me encontré siendo amenazado y escupido en el podio, grité una única respuesta banal. "Ustedes cretinos" dije, "eso es lo que Dante hizo en su infierno, es lo que Goya hizo, y Hieronymus Bosch también". En mi momento de necesidad, sin pensar en ello, había llamado a los ángeles de la guardia que nos familiarizaran con loAbsoluto y lo Sublime.
Lo Absoluto, lo Sublime, la Verdad... ¿qué significan esas palabras? Esto es,debo confesarlo, la primera vez en mi vida que he tratado de responder tales preguntas fuera de mi trabajo, que entiendo, primero y por encima de todo, en términos prácticos.Por este camino de calificación, debería mencionar una vez que no voy a aventurarme con una definición de lo Absoluto, incluso si el concepto pone una sombra sobre todo lo que digo aquí. Lo Absoluto plantea un dilema de nunca acabar para la filosofía, religión y matemáticas. Las matemáticas probablemente llegaran más cerca cuando alguien consiga probar finalmente la hipótesis de Riemann. Esa pregunta concierne a la distribución de los números primos; sin responder desde el siglo XIX, llega a las profundidades del pensamiento matemático. Un premio de un millón de dólares ha sido fijado para cualquiera que lo resuelva, y un instituto matemático en Boston ha designado miles de años para que alguien llegue con una prueba. El dinero está esperando por ustedes, así como su inmortalidad. Desde hace dos mil quinientos años, desde Euclides, esta pregunta ha preocupado a los matemáticos; si resulta que la hipótesis de Reimann y su brillante hipótesis no son correctas, enviaría una conmoción a través de las disciplinas de las matemáticas y las ciencias naturales.
Puedo sólo vagamente empezar a comprender lo Absoluto, no estoy en posición de definir el concepto.Por ahora, permaneceré en el confiable suelo de la praxis. Incluso si no podemos comprenderlo, me gustaría contarles sobre un infortunado encuentro que tuve con la Verdad mientras filmada Fitzcarraldo. Estábamos filmando en la selva este peruana de los Andes entre los ríos Camisea y Urubamba, donde más tarde transporté un barco por encima de una montaña. Los indígenas que vivían allí, los Machiguengas, hicieron la mayoría de los extras y nos premitieron rodar en sus tierras. Además del pago, los Machiguengas querían más beneficios: querían entrenamiento para su médico local y un bote, para poder llevar sus cosechas a los mercados a cientos de kilómetros río abajo por sí mismos, en vez de venderlos a través de intermediarios. Finalmente, querían que los apoyáramos en su pelea por un título legal sobre el área entre los dos ríos. Una compañía después de otra la había medido con el objeto de saquear el bosque; recientemente, firmas petroleras habían puesto un ojo codicioso sobre sus tierras.
Cada petición que introducimos para alguna acción se desvanecía enseguida en el laberinto de la burocracia provincial. Nuestros intentos de soborno fallaron también. Finalmente, habíendo viajado al ministerio responsable por estas acciones, en la capital Lima, me dijeron que, aún si pudiéramos argumentar por un título legal sobre estas tierras cultural o históricamente, habían dos grandes tropiezos. Primero, el título no contenía ningún documento legal verificable, sino soportado por rumores, lo cual es irrelevante. Segundo, nadie había estudiado la tierra en orden de proveer una frontera reconocible.
Para un tardío final, contraté un supervisor, que proveyera a los Machiguengas con un mapa preciso de sus tierras. Esa fue mi parte en su verdad: tomó la forma de una delineación, una definición. Lo admitiré, discutí con el supervisor.
El mapa topográfico que el proveyó, explicaba, era incorrecto. No correspondía a la verdad porque no tenía en cuenta la curvatura de la tierra. ¿En ese pequeño pedazo de tierra? pregunté, perdiendo la paciencia. Por supuesto, dijo disgustado, y empujó su vaso de agua hacia mí. Incluso con un vaso de agua,tiene que ser claro sobre esto, nosotros no estamos lidiando sólo con una superficie. Usted debe ver la curvatura de la tierra como puede verla en un océano o en un lago. Si usted fuera capaz de percibirlo como es —pero usted tiene una mente simple— vería la curvatura de la tierra. Nunca olvidé esa dura lección.
La pregunta de los rumores tenía una dimensión más profunda y requería una clase diferente de investigación. [Argumentada para el título de la tierra] los indígenas sólo podían reclamar que ellos habían estado siempre allí, eso lo habían aprendido de sus abuelos. Cuando, finalmente, el caso parecía sin esperanzas, me las arreglé para conseguir una audiencia con el Presidente [Fernando] Belaúnde. Los Machiguengas de Shivankoreni eligieron dos representantes para acompañarme. [En la oficina Presidencial en Lima] cuando nuestra conversación amenazaba con llegar a un punto muerto,presenté a Belaúnde el siguiente argumento: en la ley anglosajona, aunque los rumores son generalmente inadmisibles como evidencia, no son absolutamente inadmisibles. Ya en 1916, en el caso de Angu vs. Atta, una corte colonial en la Costa Gold (hoy Ghana) determinó que el rumor podría servir como una forma válida de evidencia.
Ese caso era completamente diferente. Tenía que ver con el uso local del palacio de gobernador; entonces, también, no habían documentos, nada oficial que pudiera ser relevante. Pero la corte determinó, por abrumador consenso que el rumor, que incontables veces los hombres de la tribu repitieron y repitieron, constituía un manifiesto de verdad que la corte podía aceptar sin mayores restricciones. Con eso, Belaunde, que había vivido muchos años en la selva, quedó en silencio. Pidió un vaso de jugo de naranja, después sólo dijo buen Dios, y supimos que le habíamos ganado. Hoy los Machiguengas tienen un título de sus tierras; incluso el consorcio de firmas petroleras que encontró una de las fuentes más grandes de gas natural [en el mundo] respeta su vecindad.
La audiencia con el Presidente concedió otra mirada a la esencia de la verdad. Los habitantes de la villa de Shivakoreni no estaban seguros si era verdad que al otro lado de los Andes había un monstruoso cuerpo de agua, un océano. Además, estaba el hecho de que el monstruo de agua, el Pacífico, era supuestamente salado.
Condujimos a un restaurante sobre la playa un poco al sur de Lima para comer. Pero los dos delegados indígenas no ordenaron nada. Permanecieron en silencio y miraban sobre los rompeolas. No se aproximaron al agua, sólo la miraban. Después pidieron una botella. Les dí una botella de cerveza vacía. No, esa no estaba bien tenía que ser una botella que pudiera sellarse bien.Entonces compré una botella barata de vino tinto chileno, la descorché y vertí el vino en la arena. Enviamos la botella a la cocina para ser limpiada lo más cuidadosamente posible. Después los hombres tomaron la botella y fueron, sin una palabra, hacia la orilla. Aún vistiendo los pantalones nuevos, tenis (zapatillas) y camisetas que habíamos comprado para ellos en el mercado, se metieron entre las olas. Se metieron, mirando el gran Océano Pacífico, hasta que el agua les llegó a los antebrazos. Después, probaron el agua, llenaron la botella y la sellaron cuidadosamente con el corcho.Esa botella con agua era su prueba para la villa de que realmente estuvieron en el océano. Pregunté con cautela si esa no era una parte de la verdad. No,dijeron, si hay una botella de agua salada, entonces todo el océano debe ser verdad también.
A partir de entonces, lo que constituye la verdad—o, para ponerlo en una forma más simple, lo que constituye la realidad— se convierte en un gran misterio para mí de lo que había sido. Las dos décadas transcurridas han presentado cambios sin precedentes al concepto de realidad.Cuando hablo de las agresiones sobre el entendimiento de la realidad, me refiero a las nuevas tecnologías que, en los pasados veinte años, se han convertido en artículos generales de uso diario: los efectos especiales digitales que crean nuevas e imaginarias realidades en el cine. No es que quiera demonizar estas tecnologías, le han permitido a la imaginación humana lograr grandes cosas—por ejemplo, reanimar dinosuarios convincentes en las pantallas. Pero, cuando consideramos todas las formas posibles de realidad virtual que se han convertido en parte de la vida diaria— en el Internet, en los video juegos y en los realities de televisión; algunas veces también en extrañas formas— la pregunta de por qué es "real" la realidad en sí misma constantemente se refresca.
¿Qué está pasando realmente en el reality de televisión Survivor?, ¿Podemos confiar en una fotografía, ahora que sabemos cuan fácil todo puede ser falseado con photoshop? ¿Seremos capaces de confiar completamente en un correo electrónico, cuando nuestros hijos de veinte años pueden mostrarnos que lo que estamos viendo sea probablemente un intento por robar nuestra identidad, o tal vez un virus, un gusano, o un "troyano" que se ha extraviado en nuestro medio y adopta cada una de nuestras características?, ¿Existo en alguna parte, clonado, como muchos Doppelgänger, sin saber nada de eso? La historia nos ofrece un analogía para estar exento de [cambios provocados por] lo virtual, otro mundo con el que estamos siendo confrontados. Por siglos y siglos, la guerra fue esencialmente la misma cosa, choques de ejércitos de caballeros, que pelearon con espadas y escudos. Entonces, un día, esos guerreros se encontraron a sí mismos mirándose entre ellos entre cañones y armas. La guerra nunca fue la misma. También sabemos que las innovaciones en el desarrollo de la tecnología militar es irreversible. Aquí hay algunas evidencias que pueden ser de interés: en partes de Japón a comienzos del siglo XVII, hubo un intento de acabar con las armas de fuego, de tal manera que el samurai pudiera pelear mano a mano, otra vez con espadas. Este intento tuvo una vida corta, era imposible de sostener.
Hace un par de años, llegué a comprender cómo el concepto de realidad se ha transformado, de una manera extraña, a través de un incidente que tomó lugar en Playa Venecia en Los Angeles. Un amigo estaba ofreciendo una pequeña fiesta en su patio— con carne a la barbacoa— estaba oscuro, cuando, no muy lejos, escuchamos algunos disparos que nadie tomó en serio hasta que aparecieron helicópteros de la policía con reflectores encima nuestro y ordenándonos, por los amplificadores, a entrar a la casa. Hemos unido los eventos del caso en retrospectiva: un joven, descrito por un testigo como entre 30 y 40 años, había estado vagando, dando vueltas alrededor de un restaurante a una cuadra de donde nos encontrábamos. Cuando una pareja salió, el chico gritó, Esto es real, disparó a ambos con un arma semiautomática y luego huyó en su patineta. Nunca fue atrapado. Pero el mensaje [Botschaft] del loco era claro: eso no era un videojuego, esos disparos eran reales, esto es realidad.
Debemos preguntar a la realidad: ¿Cuán importante es realmente? Y: ¿Qué tan importante, realmente, es lo Factual? Por supuesto, no podemos no diferenciar lo factual; es un poder normativo. Pero nunca puede darnos la clase de iluminación, el destello extático. desde el que emerge la Verdad. Si únicamente lo factual (el hecho), en el que el cinema vérité se fija, fuera significativo,entonces uno podría argumentar que el vérité— la verdad— en su mayoría debe estar concentrada en el directorio telefónico— en el que cientos de miles de entradas son factualmente correctas y, entonces, corresponden a la realidad. Si fuésemos a llamar a todas las personas de la lista en el directorio bajo el mismo nombre de “Schmidt,” cientos de esas llamadas confirmarían que ellos se llaman Schmidt; si, su nombre es Schmidt.
En mi película Fitzcarraldo, hay un intercambio que plantea esta pregunta. Al salir hacia lo desconocido con su barco, Fitzcarraldo para en uno de los últimos bastiones de la civilización, una estación misionera: Fitzcarraldo: ¿Y qué dicen los Indios viejos?
Misionero: Nosotros simplemente no podemos curarlos de sus ideas de que la vida ordinaria es sólo una ilusión, detrás de lo cual yace la realidad de los sueños. (...)(Sobre lo absoluto, lo sublime y la verdad extática, Werner Herzog) The film takes place in Southern California, the story comes from an actual case, and the cast includes Willem Dafoe and Grace Zabriskie. It sounds like a David Lynch picture, except it isn't. Instead Lynch produced, while Werner Herzog directed. If Bad Lieutenant was Herzog's swamp noir, My Son, My Son is his desert noir. In another Lynchian touch, two cops (Dafoe and Michael Peña) provide entry into the San Diego-set story. Called to the scene of a murder, they meet actor Brad McCullum (Michael Shannon), who utters "Razzle dazzle" as they enter the flamingo-pink ranch house to find Mrs. McCullum (Zabriskie), dead by sword. Before Brad's fiancée, Ingrid (Chloë Sevigny), arrives, Herzog flashes back to Brad's days in Peru, where he found his "inner voice." The flashbacks continue to his participation in the famously matricidal Oresteia (Udo Kier plays the director). Combined with Ernst Reijseger's off-kilter score and Peter Zeitlinger's sun-bleached cinematography, it all exerts a certain queasy fascination, but Herzog's "whydunit" never really takes flight. Unlike Nicolas Cage's loopy lieutenant, Shannon invests Brad with a more recessive quality, which gives his madman greater credibility--at the expense of empathy. And yet… there's a scene with Shannon, Brad Dourif, and a tiny man in a tuxedo that offers the sort of what-the-heck magic that makes even the lesser films of Herzog and Lynch more interesting than most. Fortunately, there are enough of those moments to make the movie worthwhile, though not quite the messed-up masterpiece it might've been. --Kathleen C. Fennessy "Nuestro entero sentido de la realidad ha sido llamado a una pregunta. Pero no quiero habitar en este hecho mucho más, desde que lo que me mueve no ha sido la realidad, pero hay una pregunta que permanece detrás [más allá; dahinter]: la pregunta de la verdad. Algunas veces los eventos exceden nuestras expectativas-tienen un poder inusual y bizarro-que parecen increíbles." Werner Herzog
Nuevos enlaces, cortesía de chicharro
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