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65 min | mkv 940x720 (4:3) | 5000 kb/s | 384 kb/s AC3 | 23.976 fps |
2.45Gb + 3%
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http://www.imdb.com/title/tt0050800/
Ray Salyer, a former railroad worker from Kentucky, comes to the neighborhood and learns to bed down at the City Mission. Ray listens to sermons, tries to stay sober, relapses, and gets back on his feet, tentatively, via friendship with Gorman Hendricks, an ex-newspaperman who aspired to be a doctor, and is now a denizen of Skid Row.
Ray Salyer, ex trabajador ferroviario de Kentucky, llega a la calle Bowery de Nueva York y aprende los pasos necesarios para solicitar una cama en City Mission, un devoto refugio urbano para los sin techo. Ray asiste a sermones, trata de mantenerse sobrio, tiene recaídas, y vuelve a ponerse de pie, tentativamente, gracias a su amistad con Gorman Hendricks, un ex vendedor de diarios que llegó a ser médico y que es ahora un habitante de los márgenes.
On the Bowery está bastante olvidado hoy en día, pero el halago de la crítica y un equivalente británico del Oscar a mejor largo documental (hubo una nominación similar en los EEUU) le fueron deparados en su momento a este film de ostensible no ficción que muestra a algunos personajes deslizándose por las peripecias de un guión improvisado. Pero así como ocurre con muchos films etnográficos (pensemos en Nanuk, sobre todo), los nativos se interpretan a sí mismos en rutinas trágicamente fieles a la realidad. Son los alcohólicos crónicos marginados, muchos de ellos irremisibles, que subsisten en "la calle más loca y triste del mundo," el Bowery de Nueva York.
Realizador novel por entonces, Lionel Rogosin se dedicó durante seis meses a observar al Bowery a mediados de los años 50, a ganar la confianza de sus alcohólicos pobladores, y a colocar tras bambalinas a un equipo de filmación que también tenía serios problemas con la bebida. De no ser por las tomas de Rogosin, el recuerdo de todos estos seres que se abrieron a él se habría perdido para siempre. Gorman Hendricks -quien gozara alguna vez de cierto prestigio social- murió de alcoholismo al final del rodaje, y no fue el único participante del film en terminar así.
On the Bowery is mostly forgotten today, but critical raves and the British equivalent of an Oscar for Best Documentary Feature (it won an equivalent nomination in the USA) went to this ostensibly nonfiction feature, even though it shows people going through improv-scripted situations. But, as with many "ethnographic" films (think Nanook of the North especially), the natives are playing themselves in tragically true-to-life routines. They are the chronically destitute, mostly hardcore alcoholics, subsisting on "the maddest, saddest street in the world," the Bowery of New York City.
Novice filmmaker Lionel Rogosin spent six months observing the Bowery in the mid-1950s and earning the trust of his alcoholic subjects and put together a behind-the-scenes crew who also had serious drinking habits. If not for Rogosin's lens these poor guys who opened up for him would have been utterly lost to the pages of history. Gorman Hendricks - who was once quite prominent socially - died of alcoholism at the tail end of the film shoot, and he wasn't the only participant to do so.
Charles Cassady, The Cleveland Movie Blog
Quizás en parte por ser judío, Lionel Rogosin era uno de esos hombres para los que, tras el drama absoluto de la Segunda Guerra Mundial, nada debía volver a ser como antes. Un hombre que se había propuesto decididamente convertir a su cámara en instrumento para la edificación de ese nuevo mundo. Sentimientos excelentes, de los que rara vez surgen buenos films. Pero aunque no formaba parte del medio (era el heredero de una rica familia de la industria textil), se había nutrido con lo mejor de ese cine "diferente" ajeno a las estrellas de los estudios (o que las arrojaba a un universo que no era el suyo, v.g. Ingrid Bergman en las laderas del Stromboli con Rossellini), cine diferente que intentaba difuminar la frontera entre el documental y la ficción. Joven cinéfilo, Rogosin había sido marcado particularmente por los films de Flaherty (Nanuk el esquimal, El hombre de Arán), podríamos también citar a Murnau y su Tabú, y había seguido con gran interés la revolución neorrealista italiana de la inmediata posguerra. On the Bowery no es indigna de tan altos modelos, todo lo contrario.
Si Rogosin entonces no inventó la "docu-ficción", se puede sin embargo decir que escribió uno de sus capítulos más importantes, quizás también porque la situó en el lugar más inesperado, en lo que era en su época la ciudad más rica del mundo, ya saturada de representaciones cinematográficas, reales o reconstruidas en estudio. On the Bowery es la Gran Manzana (sobre todo su lado oscuro) tal como jamás se había visto en el cine, pero como empezará a vérsela al despuntar los años 80 en las cámaras de Eric Mitchell, Amos Poe, Sara Driver o del Jarmusch de los comienzos (Permanent Vacation), todos cineastas de la desolación urbana.
Rogosin no es sin embargo un director paisajista, y su talento reside también en saber darle vida a sus personajes y hacer de ellos verdaderos actores, de su propia vida (con algunos ajustes de guión) pero también de un film.
Es la vida que pasa, a pesar de todo, en este Bowery, y se requiere un talento de observación sobresaliente y una gran sensibilidad para no hacer de su traslado a la pantalla el simple y banal registro de algunos momentos escogidos. On the Bowerytiene puesta en escena, de eso no hay ninguna duda, tiene encuadres muy cuidados, pero no encierra nunca a sus personajes en estereotipos, y no los idealiza tampoco. Adivinamos que este Bowery (y el alcohol, que es verdaderamente la sangre que le corre por las venas y hace vivir y morir a sus habitantes) es una especie de maldición de la que es imposible escapar una vez que se ha caido en él (quizás porque es también un refugio en un país que avanza ya demasiado rápido), pero no estamos tan seguros, quizás haya todavía esperanza, el film mantiene la duda...
Se asocia a menudo el nombre de Casavettes al de Rogosin; si debiéramos pensar en un título del primero, sería menos en Shadows (que sin embargo no habría probablemente existido nunca, de no haberle On the Bowery abierto el camino diez años antes), sino más bien en Husbands. La memorable escena de orgía alcohólica (en un tugurio no mucho más lujoso que el del Bowery) que Casavettes hace genialmente durar hasta la náusea, resuena en efecto en algunas escenas del film de Rogosin.
Peut-être en partie parce qu’il était juif lui-même, Lionel Rogosin faisait partie de ces hommes pour qui, après le drame absolu de la Seconde Guerre mondiale, plus rien ne devait être comme avant. Et qui s’était mis en tête que sa caméra serait son outil pour œuvrer à l’édification de cet autre monde. De tels excellents sentiments font rarement de bons films. Mais s’il n’était nullement du sérail (il était l’héritier d’une très riche famille de l’industrie du textile), il s’était nourri au meilleur de ce cinéma "différent", loin des stars des studios (ou alors les plongeant dans un univers qui n’était pas le leur, cf. Ingrid Bergman sur les pentes du Stromboli chez Rossellini), cherchant à rendre floue la frontière entre le documentaire et la fiction. Jeune cinéphile, Rogosin avait été particulièrement marqué par les films de Flaherty (Nanouk l’esquimau, L’Homme d’Aran…), on pourrait probablement aussi citer Murnau et son Tabou, et avait suivi avec tout autant d’intérêt la révolution néo-réaliste italienne de l’immédiat après-guerre. On the Bowery n’est pas indigne de ces prestigieux modèles, bien au contraire.
Si Rogosin n’a donc pas inventé le "docu-fiction", il est exact qu’il en a écrit un chapitre important, peut-être aussi parce qu’il l’a situé à l’endroit le plus inattendu, dans ce qui était à l’époque la ville la plus riche du monde, déjà saturée de représentations cinématographiques, réelles ou reconstituées en studio. On the Bowery, c’est Big Apple (surtout ses pépins) telle qu’on ne l’a encore jamais vue au cinéma mais telle qu’on la reverra souvent au début des années 80 devant les caméras d’Eric Mitchell, Amos Poe, Sara Driver ou du Jim Jarmusch des débuts (Permanent Vacation), cinéastes de la désolation urbaine.
Rogosin n’est pas pour autant un cinéaste paysagiste et son talent est aussi celui de donner vie à des personnages et d’en faire de vrais acteurs, de leur propre vie (à quelques possibles ajustement scénaristiques près) mais aussi d’un film.
C’est la vie qui passe, malgré tout, sur ce Bowery et il faut un sacré talent d’observation et une belle sensibilité pour ne pas faire de son passage à l’écran le simple et plat enregistrement de quelques moments bien choisis. On the Bowery est mis en scène, aucun doute là-dessus, est très précisément cadré, mais n’enferme jamais ses personnages dans des stéréotypes, ne les idéalisant pas non plus. On devine que ce Bowery (et l’alcool, qui en est vraiment le sang qui l’irrigue et fait vivre et mourir ses habitants) est une sorte de malédiction dont on ne se défait pas une fois qu’on y est plongé (peut-être parce qu’il est aussi un refuge dans un pays qui va déjà trop vite) mais on n’en est pas si sûr, peut-être y’a-t-il encore un espoir, le film maintient le doute…
Puisqu’on associe souvent le nom de Cassavetes à celui de Rogosin, si on pense à un film du premier, c’est moins à Shadows (qui n’aurait pourtant probablement jamais vu le jour si On the Bowery ne lui avait pas montré la lumière juste deux années auparavant) mais plutôt à Husbands. La mémorable scène de beuverie (dans un bouge pas beaucoup plus reluisant que ceux du Bowery) que Cassavetes fait génialement durer jusqu’au malaise résonne en effet d’une façon troublante avec certaines scènes du film de Rogosin.
Si Rogosin n’a donc pas inventé le "docu-fiction", il est exact qu’il en a écrit un chapitre important, peut-être aussi parce qu’il l’a situé à l’endroit le plus inattendu, dans ce qui était à l’époque la ville la plus riche du monde, déjà saturée de représentations cinématographiques, réelles ou reconstituées en studio. On the Bowery, c’est Big Apple (surtout ses pépins) telle qu’on ne l’a encore jamais vue au cinéma mais telle qu’on la reverra souvent au début des années 80 devant les caméras d’Eric Mitchell, Amos Poe, Sara Driver ou du Jim Jarmusch des débuts (Permanent Vacation), cinéastes de la désolation urbaine.
Rogosin n’est pas pour autant un cinéaste paysagiste et son talent est aussi celui de donner vie à des personnages et d’en faire de vrais acteurs, de leur propre vie (à quelques possibles ajustement scénaristiques près) mais aussi d’un film.
C’est la vie qui passe, malgré tout, sur ce Bowery et il faut un sacré talent d’observation et une belle sensibilité pour ne pas faire de son passage à l’écran le simple et plat enregistrement de quelques moments bien choisis. On the Bowery est mis en scène, aucun doute là-dessus, est très précisément cadré, mais n’enferme jamais ses personnages dans des stéréotypes, ne les idéalisant pas non plus. On devine que ce Bowery (et l’alcool, qui en est vraiment le sang qui l’irrigue et fait vivre et mourir ses habitants) est une sorte de malédiction dont on ne se défait pas une fois qu’on y est plongé (peut-être parce qu’il est aussi un refuge dans un pays qui va déjà trop vite) mais on n’en est pas si sûr, peut-être y’a-t-il encore un espoir, le film maintient le doute…
Puisqu’on associe souvent le nom de Cassavetes à celui de Rogosin, si on pense à un film du premier, c’est moins à Shadows (qui n’aurait pourtant probablement jamais vu le jour si On the Bowery ne lui avait pas montré la lumière juste deux années auparavant) mais plutôt à Husbands. La mémorable scène de beuverie (dans un bouge pas beaucoup plus reluisant que ceux du Bowery) que Cassavetes fait génialement durer jusqu’au malaise résonne en effet d’une façon troublante avec certaines scènes du film de Rogosin.
Cyril Cossardeaux, culturopoing.com
Descubrí hace poco a este gran documentalista y precursor del cine independiente norteamericano. Esta copia magnífica de On the Bowery llegó via torrent abierto debido a "PublicHD". Los subtítulos franceses son de Guillaume Tricot, los castellanos de un servidor a partir de aquéllos y, donde se pudo, de la banda de sonido.
Nuevos enlaces ZS, cortesía de Don Belianís (los enlaces incluyen los subtítulos):
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