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88 min | xvid 640x272 (2.21:1) | 942 kb/s | 448 kb/s AC3 | 23.976 fps
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http://www.imdb.com/title/tt1704619/
A documentary on a former Miss Wyoming who is charged with abducting and imprisoning a young Mormon Missionary.
Documental sobre una ex Miss Wyoming acusada de raptar, encerrar y violar a un joven misionero en Londres, historia que la prensa amarilla británica bautizó en los años 70 como "El Caso del Mormón Esposado".
As a documentarian, Errol Morris is less a humanist than a connoisseur of “human interest,” and Tabloid, his ecstatically received and queasily entertaining new movie, is not so much a return to form as a reminder of his ongoing fascination with the freak-show fringe of American life.
Dealing with Holocaust denial, the Vietnam War, and Abu Ghraib torture, the films of Morris’s atrocity trilogy—Mr. Death (1999), The Fog of War (2003), and Standard Operating Procedure (2008)—were all meditations on the nature of truth, at once lofty and snide. But no moralizing is required here. With Tabloid, Morris dismounts his high horse to revel in the grotesque saga of Joyce McKinney, the erstwhile Miss Wyoming and self-described Little Miss Perfect who, back in the heyday of Johnny Rotten and Poly Styrene, gave the British tabs another sort of bondage tale with her mad pursuit and alleged abduction of one Kirk Anderson, a young London-based missionary for the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints.(...) In comparing Tabloid to Kurosawa’s Rashomon, the classic example of subjective narrative and a code for unknowable truth, Morris seems to suggest that it is impossible to establish the particulars of the McKinney-Anderson affair, among other aspects of the Joyce McKinney story—and he’s got a movie without needing to investigate. As the filmmaker surely knows, such presumed unfathomability is ultimately less compelling, though, than the enigma of Joyce’s self-created personality. She doesn’t seem delusional, but does she really, truly believe her own explanations? This is the source of the movie’s fascination. Absurd as it sounds, Joyce’s conviction is not only convincing but contagious. So, too, is her elastic sense of reality—a 90-minute immersion in her world is enough to make you question your own.
Como documentalista, Errol Morris no es tanto un humanista como un conocedor de las historias de "contenido humano", y Tabloid, su nuevo film, sobresaltadamente entretenido y que concita extáticas alabanzas, no es tanto un retorno a la forma cuanto un recordatorio de su continua fascinación con esa galería de "bichos raros" de que hace gala la vida norteamericana.
Con temas como la negación del Holocausto, la guerra de Vietnam, y la tortura en Abu Ghraib, los films de la llamada trilogía de la atrocidad de Morris -Mr. Death (1999), The Fog of War (2003), y Standard Operating Procedure (2008)- eran meditaciones sobre la naturaleza de la verdad, ejercicios a la vez elevados e insidiosos. Pero aquí no hay lugar para moralina de ninguna clase. Con Tabloid, Morris desmonta de su alta cabalgadura para deleitarse con la grotesca saga de Joyce McKinney, antaño Miss Wyoming y autodescripta como Señorita Perfecta, quien, allá por los días de gloria de Johnny Rotten y Poly Styrene, dio a la prensa amarilla británica otro avatar del cuento sado-masoquista con su loca persecución y alegado secuestro de un tal Kirk Anderson, joven misionero de la Iglesia de Jesucristo y de los Santos de los Ultimos Días con residencia en Londres.(...) Al comparar Tabloid con Rashomon, el ejemplo clásico de narración subjetiva y cifra de verdades insondables, Morris parece sugerir que es imposible dilucidar los vericuetos del caso McKinney-Anderson, entre otros aspectos de la historia de Joyce McKinney, y que ha realizado la película sin necesidad de investigar. Como el cineasta seguramente sabe, empero, tal insondabilidad es menos atrayente en última instancia que el enigma de la personalidad que Joyce se creó para sí misma. No parece que ella quiera engañarnos, pero ¿de verdad se cree sus propias explicaciones? Tal es la fuente de la fascinación de este film. Por absurdo que parezca, el convencimiento de Joyce no sólo es convincente, sino también contagioso. Y lo mismo pasa, incluso, con su elástico sentido de la realidad: una inmersión de noventa minutos en su mundo no puede menos que llevarnos a cuestionar el nuestro.
J. Hoberman, The Village Voice
Mr. Morris is an intrepid hunter of facts, but he is more fundamentally a collector of souls, a description that I mean to sound both exalted and a bit ghoulish. “What happened?” is, for him, a question often freighted with ambiguity but not necessarily unknowable. He is enough of a positivist to believe that the truth is out there somewhere (...)
“Who are you?,” on the other hand, is an inquiry that plunges this obsessive rationalist — or rational obsessive, if you prefer — down a rabbit hole of indeterminacy. Over four decades and scores of cinematic interrogations, Mr. Morris has developed a knack for finding that zone in each person’s character where lucidity intersects with delusion and where the urge to perform collides with the impulse to dissemble. People seem to be inventing themselves in front of his camera and then, a moment later, unmaking themselves.
Ms. McKinney, with her lilting accent and friendly manner, her buoyant laugh and ready tears, seems almost too good an interlocutor for this filmmaker. The fact that she is currently complaining about his depiction of her can’t quite dispel — indeed, might confirm — the absurd, gnawing suspicion that her life has been one long audition for an Errol Morris film.
Errol Morris es un intrépido cazador de hechos, pero aun más fundamentalmente, un coleccionista de almas, descripción que pretendo que suene lo suficientemente exaltada, y a la vez un poco morbosa. "¿Qué ocurrió?" es, para él, una pregunta a menudo cargada de ambigüedad, pero no necesariamente insondable. Morris es lo bastante positivista como para creer que la verdad anda dando vueltas por algún lado (...)
En cuanto a "¿Quién eres?", se trata en cambio de un interrogante que hunde a este racionalista obsesivo -u obseso racional, si se prefiere- en el hoyo de conejo de la indeterminación. Tras cuatro décadas y multitud de enigmas cinematográficos, Morris ha desarrollado una habilidad para encontrar esa área de cada persona en que la lucidez se cruza con el engaño, y donde el deseo de la representación choca con la pulsión del disimulo. Gente que parece inventarse a sí misma ante la cámara, y que apenas un momento después, desmonta sus papeles.
Miss McKinney, con su decir cantarín y sus modos amables, con su risa franca y su llanto fácil, parece un interlocutor casi a medida para nuestro cineasta. El hecho de que ahora se queje de la forma en que el film la trata no puede disipar -podría, más bien, de hecho confirmar- la absurda, lacerante sospecha de que su vida ha sido un largo prolegómeno, una especie de audición, para una película de Morris.
A.O. Scott, The New York Times
Mi primer Errol Morris, de quien sólo sabía que era amigo de Herzog y que con su opera prima le hizo comer el zapato. Agradecimientos al proveedor original de la copia y los subtítulos, cuyo origen lamentablemente no recuerdo.
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